España, Colombia y la comunidad indígena se disputan un galeón

El San José se hundió en 1708 con 20.000 millones de dólares en tesoros; la pregunta es: ¿de quién es ahora?
diciembre 22, 2023
Tiempo de lectura: 8'
Uno de los 64 cañones del galeón. El Gobierno colombiano realizará una inmersión al galeón para extraer parte de su carga.

El Gobierno colombiano confirmó que la Armada realizará una inmersión al galeón San José la próxima primavera y anunció la extracción de algunos restos del pecio español. “Entre marzo, abril y mayo harán la inmersión, porque el comportamiento del mar es muy importante en este proceso. Con esa primera extracción de algunos materiales, los cuales tendrán que ir a un laboratorio en la Armada, haremos unos análisis científicos y pensaremos en una segunda extracción si es que se comportan bien para hacer una muestra que fue lo que nos comprometimos con el Presidente”, comentó el ministro de Cultura colombiano, Juan David Correa.

El San José fue construido en el astillero de Mapil en Aginaga (Usúrbil), Guipúzcoa, en 1698. Siete años después, la nave se encontraba en el Caribe, en Cartagena de Indias, donde fue cargado con lingotes, monedas de oro y plata, entre otras mercancías de enorme valor. El galeón San José iba a hacer una nueva travesía entre ambos lados del Atlántico.

Sin embargo, su flota fue atacada por buques ingleses y se hundió con su cargamento en el actual mar de Colombia con la tripulación, de 600 hombres, a bordo. Su ubicación es conocida pero los derechos sobre su cargamento podrían provocar un litigio entre España y Colombia, que ha anunciado una misión submarina para extraer la carga.

La del galeón San José es una historia peculiar, apasionante y de cronología acelerada. El barco se construyó a finales del siglo XVII, 1698, en Guipuzcua. Zarpó en 1706 con destino al mar del Caribe . Fue cargado con lingotes, monedas de oro y plata, entre otras mercancías de enorme valor, y acabó zozobrando dos años después frente a las costas del Caribe colombiano, fulminada por los cañonazos de una escuadra corsaria británica durante la Batalla de Barú. Es ahora sin embargo, en pleno siglo XXI, cuando más guerra está dando. El motivo: cuando el San José se fue a pique en el Atlántico, hace 315 años, lo hizo con un fabuloso tesoro en sus entrañas que algunos valoran ahora en miles de millones de dólares.

Su rescate, conservación y gestión se ha convertido en una cuestión de Estado y foco de enconadas disputas.

Gran barco, mala historia.

El San José hace mérito a su descomunal fama. Y no solo por su atribulada historia. Sus creadores lo diseñaron a lo grande, como un amplio galeón de 40 metros de eslora, 12 de manga, tres mástiles, un arsenal de 64 cañones y sobre todo una amplia capacidad para surcar los mares con sus bodegas bien cebadas de tesoros. Al igual que su gemelo, el San Joaquín, se construyó en Guipúzcoa por encargo del gobierno de Carlos II en 1696 y se entregó unos años después para custodiar los navíos de la muy rentable Flota de las Indias.

Ni su gran envergadura ni su armamento le sirvieron para disfrutar de una vida longeva. El San José acabó hundiéndose frente a la costa de Cartagena, Colombia, a principios de junio de 1708, solo unos años después de partir en su último viaje desde Sevilla. Lo hizo destrozado por los cañonazos de una escuadra de corsarios británicos durante la conocida como Batalla de Barú, en plena Guerra de Sucesión Española. A bordo se cuenta que viajaban 600 personas además del cargamento de oro y joyas. Al fin y al cabo era una de las insignias de la flota que se dedicaba a llevar a España los tesoros extraídos de las minas de Perú, Bolivia y México.

Miles de millones de dólares.

El hundimiento del San José fue una tragedia humana pero sobre todo fue un drama económico. La Fundación Exponav recuerda que a bordo el galeón viajaban 11 millones de monedas de oro y que los planes pasaban porque, con ayuda de sus cerca de 60 cañones, partiese rumbo a España protegiendo un valiosísimo cargamento del preciado material procedente del virreinato de la Nueva Granada, plata de Perú y piedras preciosas.

Expertos y autoridades insisten en su valor histórico y que en pleno siglo XXI no podemos pensar en el cargamento del San José igual que lo hacían los cazatesoros del XIX; pero eso no ha impedido que haya gente que ha sacado la calculadora para hacer aproximaciones de cuánto podría valer a día de hoy su mercancía.

Estimaciones millonarias

La estimación más extendida habla de que el oro, las joyas y demás alhajas hundidas con el San José suman más de 20.000 millones de dólares, aunque hay quien considera que esa cifra está inflada. Otras fuentes hablan de 17.000 millones y hay quien rebaja aún más el cálculo, aunque sin salir del terreno de los miles de millones de euros. Se opte por una u otra cifra, algo está claro: el valor histórico, simbólico, patrimonial y económico del viejo galeón español es tan poderoso que ha despertado el interés de expertos, estados y también de los cazatesoros.

Un debate de décadas. En la crónica del San José hay un año tan o más importante que el de su botadura y hundimiento. Y no nos obliga a remontarnos tan atrás en la historia. Hace cuatro décadas, en 1981, la compañía de exploración Glocca Morra aseguró haber localizado el pecio español y supuestamente entregó las coordenadas al Gobierno de Colombia a cambio de acceso a la mitad del tesoro.

Así lo recuerda The New York Times, que explica que la compañía ha defendido sus derechos sobre el tesoro durante décadas. Al Derecho explica que cuando la empresa consiguió el plácet de la Dirección General Marítima, su licencia le daba acceso a la mitad de cualquier tesoro. Ahora lo reclama Sea Search Armada, compañía que aportó en su día fondos para continuar con el proyecto.

A falta de una… ¿Dos ubicaciones?

 1981 no sería la última fecha clave en la extensa y atribulada historia del San José. Tiempo después, en 2015, su crónica se complicó todavía más cuando el Gobierno de Colombia aseguró haber localizado los restos del galeón en un lugar diferente al indicado en los 80 por la compañía de exploración, un descubrimiento que el entonces presidente, Juan Manuel Santos, celebró por todo lo alto en las redes y llegó acompañado de varias fotografías captadas por un robot submarino que mostraban los restos del naufragio.

Aquello, claro está, arrojó más leña al fuego prendido décadas atrás por los restos del San José. Sea Search Armada, que llevaba litigando desde los 80 por el tesoro, exigió conocer la zona del hallazgo del Gobierno para comprobar que no coincidía con el suyo y llegó a asegurar que la nueva ubicación estaba a solo una o dos millas de sus propias coordenadas. No solo eso. Como recuerda The New York Times, la compañía también ha impugnado un cambio legal de 2020 que, asegura, “convirtió unilateralmente todo lo que había en el barco en propiedad del gobierno”.

Donde discuten dos… discuten tres, o cuatro.

El Gobierno colombiano y los directivos de Sea Search Armada no son los únicos protagonistas de las disputas en torno a los restos del San José. El Gobierno de España no tardó en interesarse por el pecio y exigió a Bogotá “información precisa” sobre un buque que en el siglo XVIII navegaba para la Corona española. Por esa razón ya en 2015 el Ejecutivo de Rajoy insistía en su “clara posición” en defensa de su patrimonio submarino. “España tiene derecho sobre el San José”, recalcaba el ministro  de Cultura.

Por si la situación no fuera lo compleja de por sí, con países y empresas involucradas, la comunidad indígena boliviana de Qhara Qhara también se ha sumado al debate y exige derechos sobre el tesoro. “Pedimos por legitimidad los recursos que fueron extraídos de nuestra nación, en las épocas de las invasiones de los españoles en la colonia”, señalaban en una carta enviada en 2018 a Santos. De ser ciertas las mediciones realizadas por algunos expertos ni siquiera a Colombia le correspondería decidir al respecto. El motivo: sus datos apuntan a que parte de los restos están en aguas internacionales, lo que cambiaría por completo el escenario.

¿Un tesoro o un yacimiento histórico? 

El debate no acaba ahí. Gobiernos, empresas e indígenas no son las únicas voces que se han sumado al debate del San José. Hay otra, igual de relevante, que no se centra en quién debe actuar sobre el antiguo galeón o con qué finalidad, sino en si realmente debemos actuar o no. Arqueólogos e historiadores ya han advertido que alterar el galeón y la situación en la que lleva desde el siglo XVII ocasionaría más daños que beneficios.

“El naufragio yace allí porque ha alcanzado el equilibrio con el medio”, explica a TNYT Ricardo Borrero, arqueólogo náutico de Bogotá: “Los materiales llevan 300 años en estas condiciones y no hay mejor manera de que estén descansando”. 

En su opinión, el enfoque de las autoridades colombianas “riñe con la perspectiva arqueológica actual […]. El consenso es el de preservar el naufragio en las condiciones actuales, donde ha pervivido durante siglos en equilibrio”.

El ministro de Cultura de Colombia, Juan David Correa, coincide en la necesidad de “dejar de pensar en esto como un tesoro” e incide en que el el barco es ante todo un “patrimonio arqueológico sumergido” con una “importancia cultural y crítica” para su país. El dirigente insiste en que las pieza son de “gran importancia cultural” y pueden aportar información sobre el pasado colonial.

Los planes de Bogotá.

Si algo está claro es que el galeón ocupa un lugar destacado en la agenda política del actual presidente de Colombia, Gustavo Petro.

En noviembre su Ejecutivo anunció una convocatoria para constituir una alianza pública y privada con el que abordar el rescate parcial del patrimonio del San José. La tarea es compleja no solo por su contexto o el recelo de los arqueólogos: el pecio está a cientos de metros de profundidad, a entre 200 y 700 m, según los cálculos de algunos expertos, por lo que requiere el uso de submarinos y robots.

Durante las discusiones mantenidas con organismos como la Armada o el Instituto Colombiano de Antropología e Historia —explicaba hace semanas Correa al diario español El País— se sondeó la posibilidad de abordar una primera “extracción parcial” que ayude a comprender cómo se conservan los materiales tras siglos sumergidos. Al menos en esa primera fase, “no habrá un rescate masivo” de metales preciosos y joyas.

El Ejecutivo maneja, eso sí, un calendario ajustado. El País explica que sus planes pasan por abrir la licitación del proyecto ya a principios de 2024 con el propósito de obtener resultados antes de 2026, una fecha bien calculada que coincide con el final del primer mandato de Petro. El objetivo: sumar un nuevo capítulo a la ya extensa y asombrosa crónica del viejo e infortunado galeón español.

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