El telémetro del acorazado alemán Admiral Graf Spee, un instrumento óptico de precisión que mejoraba la puntería de los cañones, fue rescatado en febrero de 2004, recuerda este jueves 9 de febrero en un twiter la Administración Nacional de Puertos. La pieza está emplazada en el puerto de Montevideo y es un atractivo para los cruceristas, especialmente europeos.
La operación de rescate fue organizada en su momento por el empresario Alfredo Etchegaray y comandada por dos uruguayos, el buzo Héctor Bado y el capitán de navío Alberto Braida.
El equipo integrado por siete buzos logró sacar a la superficie el telémetro de 27 toneladas de peso del buque hundido en diciembre de 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, a ocho kilómetros de la bahía de Montevideo. No fue una operación sencilla. Los integrantes del “Operativo Rescate al Graf Spee” debieron cancelar la expedición en por lo menos cuatro oportunidades, por culpa del viento. El rescate fue el primer paso de un proyecto de reflotamiento de cada una de las partes del buque alemán de 12.500 toneladas, que al final no se concretó. l “acorazado de bolsillo” alemán protagonizó en diciembre de 1939 la denominada Batalla del Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial. Los británicos habían quedado impresionados por la precisión de los disparos del Admiral Graf Spee durante la batalla y fue una de las piezas más buscadas tras el hundimiento del barco frente a las costas uruguayas. Durante décadas, muchísimas personas se han interesado en los restos del buque alemán. Dos años después del rescate del telémetro, fue recuperada un águila de bronce con la esvástica nazi, ubicada en la proa del navío. También se rescató el ancla del buque de siete toneladas y alguno de los cañones, entre otros objetos, que se exhiben en distintos museos del Uruguay. Otros objetos y piezas provenientes del Graf Spee han sido presentado en otros museos de la región y estudiados científicamente, habiéndose realizado, por ejemplo, pruebas para determinar la composición metalúrgica exacta del barco.
Las “joyas” de los nazis
El telémetro era un artefacto óptico, que permitía mejorar la puntería de los cañones. Fue una de las tantas “joyas” que desarrollaron los ingenieros alemanes para construir el “Graf Spee”. El telémetro tenía adosado el primer equipo de radar que fue montado en buques de guerra. La nave estaba equipada, incluso, con una computadora primitiva que dirigía los disparos. El protagonista de la Batalla del Río de la Plata nació como una ingeniosa trampa del nazismo. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, los aliados le prohibieron a Alemania que construyera buques de guerra de gran peso. Lo que los aliados no sabían era que si se reemplazaban los remaches por soldaduras, se podía llegar a crear una nave de menor peso, mayor velocidad y con una estructura más fuerte. Con esta idea, los alemanes empezaron a construir los tres primeros “acorazados de bolsillo” en 1932. Se llamaban así por su tamaño, aunque medían casi dos cuadras de largo. Los barcos eran: el Deutcschland (que más adelante fuera denominado Luetzow), el Admiral Scheer y por último el Admiral Graf Spee. Todos tenían un desplazamiento nominal de 10.000 toneladas y una velocidad nominal de 26 nudos (en su viaje de prueba 28 nudos). Cada buque tenía dos torres, cada una con tres cañones de 28 cms de calibre, una artillería mediana de 8 cañones de 15 cms de calibre (cuatro de cada lado) y artillería antiaérea suficiente. Este nuevo tipo de unidades ofrecía la ventaja de poder equipar por primera vez buques de superficie con motores Diesel – Man. Cada unidad tenía 8 motores de 7.000 HP cada uno. La utilización de esta clase de motores, ampliaba enormemente el radio de acción. Un acorazado así equipado podía recorrer sin reabastecimiento de combustible aproximadamente unos 20.000 kilómetros (casi la mitad de la circunsferencia del globo terrestre). Con la posibilidad de reponer, mediante barcos petroleros el combustible en alta mar, el radio de acción llegó a ser ilimitado. Todas estas condiciones hicieron de los acorazados de bolsillo un enemigo y corsario inquietante para el tráfico mercantil. El capitán de corbeta Willielm Friedrich Rasenak, entonces teniente primero, que sirvió en el Graf Spee cumpliendo importantes funciones técnicas y de mando, menciona en su “diario de a bordo” al moderno sistema de artillería del buque (“La Batalla del Río de la Plata”, Ed. Gure, Buenos Aires, 1957). Ocupando la Central de Artillería, su puesto de combate, tenía acceso a una variedad de “equipos de medición y cálculos, que representaban en aquellos tiempos, lo más moderno y técnicamente perfecto de la ciencia náutica alemana”. “Un detector deducía de las mediciones de distancia, exactamente la velocidad y el curso del enemigo. Sobre un aparato especial para calcular la puntería al blanco, se registraba todo el cuadro de combate y todas las correcciones de tiro hechas por el oficial de artillería, quien desde su puesto de dirección de tiro, mediante un telémetro y prismáticos de largo alcance, observaba al enemigo y el propio fuego, transmitiendo después, telefónicamente a la central, todas las correcciones, calculadas en base a un método especial. Una vez registradas y computadas estas observaciones y ajustado el calculador de puntería al blanco éste indicaba los valores reales en posición de plano horizontal. Para mantener los cañones en ese plano horizontal mientras el barco se balanceaba y cabeceaba, se utilizó un dispositivo estabilizador, un inclinómetro con sus giroscopios y así se pudo comprobar los grados de inclinación con respecto al plano horizontal. Estas observaciones, junto con los valores de tiro, se transmitían eléctricamente a las torres, donde los cañones eran ajustados, de acuerdo a ellas, de tal manera que la boca quedaba siempre fija en posición de plano horizontal, aún cuando el buque se movía, balanceaba o cabeceaba”. Como dato adicional, el oficial alemán menciona también que para el equipo completo de artillería del Admiral Graf Spee fueron utilizados aproximadamente 200 kilómetros de cable, lo que demuestra la complejidad de su instalación.
La Batalla del Río de la Plata
La Batalla del Río de la Plata fue la primera batalla naval entre buques británicos y alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Además, fue el único episodio de la guerra desarrollado en América del Sur, en aguas territoriales uruguayas. Participaron el Admiral Graf Spee, los cruceros ligeros HMS Ajax y HMNZS Achilles y el crucero pesado HMS Exeter.
El Admiral Graf Spee partió del puerto de Wilhemshaven en agosto de 1939 con la misión de actuar como corsario en el Atlántico Sur. Tenía órdenes de hundir buques mercantes británicos, pero sin entrar en combate con barcos de nacionalidades neutras.
Llegando al estuario del Río de La Plata, cerca del puerto de Montevideo, el Graf Spee fue acorralado por las tres naves de guerra británicas con las que había intercambiado fuego frente al puerto de Punta del Este. Averiado, el capitán del Admiral Graf Spee decidió refugiarse en el puerto de Montevideo, al cual pidió permiso para descender. Las autoridades uruguayas negaron el descenso y marcaron un plazo de 72 horas para abandonar la costa uruguaya. Ante la inminente invasión que sufriría el barco, por parte de los británicos, el capitán Hans Langsdorff hizo explotar el 17 de diciembre el barco para impedir que cayera en manos enemigas. La decisión de hundir su propio barco en lugar de intentar escapar peleando enfureció sobremanera a Hitler. Langsdorff posteriormente se suicidó.
Más de medio millar de tripulantes fueron trasladados a Buenos Aires y parte a Montevideo, junto con el buque mercante Tacoma, y en enero de 1940 se estableció su internación en la ciudad. Tanto en Buenos Aires como en Montevideo, unos 200 oficiales fueron dejados en libertad y regresaron a Alemania donde reingresaron en la Kriegsmarine, mientras que los marineros fueron internados en cuarteles militares. La imposibilidad de asegurar su residencia en Montevideo motivó que el Poder Ejecutivo dispusiera en 1942 e hiciera efectivo en 1943, el traslado a Sarandí del Yí (al Cuartel del Paso del Rey) de 96 marineros del Graf Spee y del Tacoma (también buque alemán), designando a efectivos de la Región Militar II para vigilarlos. Allí permanecieron hasta su traslado a Montevideo y repatriación a Alemania en 1946; y, adicionalmente, docenas de alemanes decidieron quedarse a vivir en Uruguay, con el apoyo de la comunidad alemana en Uruguay que era ya bastante robusta.